#1
Habla sucio conmigo...
La gente dice que no tengo vergüenza. Y tienen razón.
Me gusta mi trabajo sucio y mi sexo aún más sucio. Hace falta mucho para inclinar mi brújula moral, y bailar como stripper privado para mujeres cachondas de los suburbios ni siquiera se registra. Tampoco lo es el hecho de acostarme con ellas después cuando me apetece -es una de las ventajas del trabajo-, pero siempre es una sola vez. No repito actuaciones. Nunca.
Hasta que conozco a la única chica de todo Chicago que no está interesada en follar en seco con mi pene. Ella es todo lo que puedo pensar, y eso es un problema, porque me aseguré de que no quiere nada conmigo. Pero he visto sus secretos más profundos, sus fantasías más oscuras, y coinciden con las mías.
La quiero. Y mucho.
Ahora necesito mostrarle lo bien que se puede sentir... ser desvergonzado.
#2
Te haré rogar.
La gente me llama Ruthless por una razón. Tanto si estoy en la sala de justicia como en el dormitorio, mi reputación está bien ganada. O bien estoy trabajando duro, o haciendo ejercicio, o abriéndome camino en las bragas de alguna mujer. Pero ninguna de ellas comparte mi particular afición, y me voy sintiéndome insatisfecho. Hasta que la conocí.
Es la amiga de un amigo, lo que la convierte en algo prohibido para mí. Pero entonces la tentación me agarró por las pelotas y la tuve contra la pared. Ella literalmente sacó mi mundo de su eje, pero no puede volver a suceder. Mi plan era evitarla, pero eso se fue a la mierda cuando mi firma la contrató como nueva abogada junior. Ahora soy su jefe, y se supone que debo actuar como si no quisiera doblarla sobre mi escritorio cada cinco minutos. Pero nunca me he contenido con nada antes, así que malditas sean las consecuencias, es hora de mostrarle lo bien que se siente... ser despiadado.
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